lunes, 27 de julio de 2009

Todo el mundo sueña

tiltshif

El cuerpo ya no estaba, el ministerio público había tomado las notas de rigor y los tipos del SEMEFO, ya dentro de la vagoneta; se daban el lujo de buscar el lado mas aterrador de la victima para tomarle fotos y enviárselas a sus amigos. Después de varias horas quedaba todavía un marcado olor a sangre en el ambiente, como si una piara de cerdos hubiese sido sacrificada en ese mismo lugar. Algunos niños pasaban por debajo de las bandas de seguridad dibujando con gises otras siluetas alrededor de la de la victima. Como si Faride corriese en un juego macabro acompañada de algunos fantasmas en una dimensión a ras de suelo en la que, según parece, los muertos olvidan y se reúnen en torno a flores de silicato y sangre.

Lucio Manríquez casi había sido degradado después del incidente con “la viuda de los gatos” en el que el asesino del esposo prácticamente había vivido junto a él en el mismo edificio por trece  años. Ahora cada que llegaba a su pequeño escritorio de melanina encontraba, además de los reportes del día, el garabato de un gato que algún bromista le ponía por encima de los papeles, eso lo llenaba de ira, ira que apaciguaba con un par de tragos de la licorera que escondía en su saco, dejaba un momento el bourbon en sus encías para que le quemaran las maldiciones que ahí se arremolinaban. Dos años se vio sumido en una profunda depresión, después de que su esposa lo abandonara con la excusa de que se había terminado el amor. Lucio había encontrado en los tugurios el licor y la carne suficientes para acallar ese deseo recurrente de volarse la cabeza en su misma oficina; -Todo el mundo sueña con una muerte dramática- se decía todos los días al despertar entre basura física y mugre mental; -Definitivamente no moriré así, de una forma tan anónima-. Seguía convencido de ello, aunque ya no lo veía como algo que tuviese que orquestar el mismo, y no estaba seguro a quien debía agradecerle mas: al alcohol o a la chica que había estado ahí esos últimos meses, ambos le habían costado mucho dinero, y ambos estaban ya muy arraigados en sus entrañas. –Esta puta manía de humanizar las cosas y de cosificar a la gente- decía, era un afán de equilibrar al mundo, con la esperanza de que algún día, en retribución, el mundo le equilibrase a el.

Una vez ahogadas las maldiciones matutinas se dispuso a tomar el taimado garabato, que le miraba con ojos acusadores, para “asfixiarlo” entre sus manos y terminar con un gato mas en la tumba felina que era su bote de basura. Una vez terminado el rito, sus ojos buscaron cual sería el suceso que le ocuparía las siguientes semanas, cuando tomó la hoja de papel con la fotografía de una chica degollada las maldiciones resucitaron en su mismo estomago y salieron fastuosas entre escupitajos.. era ella.

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