lunes, 29 de junio de 2009

Untitled 1

tiltshift

 

No hacía falta terminar el turno, la noche resultó fructífera como pocas. Faride había encontrado que ese grupito de juniors le ayudaría a irse antes de su salida habitual, lo supo desde el momento que, al bailar frente a ellos, le habían puesto entre sus tetas una jugosa propina en dólares. Faltaba media hora para encender las luces que invitaban a los clientes de L'inferno a desalojar y ella ya estaba terminando de lavar las huellas de manos y la saliva que minutos antes le había suministrado su último “amigo”. Huir antes, aunque fuera por unos minutos, era siempre una ventaja, sobre todo porque los clientes mas testarudos se agolpaban cerca de la entrada para solicitar que los “favores” otorgados se extendieran algunas horas más, lo que comúnmente provocaba desavenencias que desembocaban en gritos, bofetadas y policías.

-¡A la chingada!- dijo Faride tomando su bolso sin ocultar una enorme sonrisa, y pasando casi desapercibida, a falta de peluca y con sobrada ropa, cruzaba la puerta que daba a la calle, un par de cuadras mas adelante estaba su coche que la llevaría a su pequeño departamento en el centro de la ciudad.

La calle estaba oscura, algo habitual en aquella zona, pero que a ella, hacía tiempo, había dejado de amedrentarle, caminaba a paso firme tarareando “Stop Crying Your Heart Out “, la cabeza, casi metida en su bolso, trataba de encontrar el llavero en forma de torre Eiffel, pero la oscuridad y sus manos entumecidas por el frio no lograban el objetivo. -Take what you need.... (all i need are my fuckin’ keys) and be on your way .... And stop crying your heart out-. Había terminado el estribillo cuando palpó una pequeña cadena que unía dos objetos, -ah, mis llaves!- concluyó. De pronto, apenas en un parpadeo una presencia se manifestaba justo a sus espaldas, no alcanzó a soltar su bolso cuando vio los puños de aquel ser pasarle por los costados de la cara, un segundo después un fino hilo metálico amenazaba su garganta mientras ella luchaba contra esos guantes que lo jalaban desde la nuca, la luz era insuficiente para ver siquiera alguna silueta reflejada en el cristal de su auto y en poco tiempo empezó a sentir que un liquido caliente le empapaba los pechos, el aire dejaba de pasar mas allá de su boca, sentía como metal habría paso a través de la carne y como se atoraba momentáneamente en algún músculo, sus labios de hinchaban y el entumecimiento casi exclusivo de sus manos se había propagado ya por toda la cara, para ese entonces estaba tan segura, como unas horas atrás, que la vida terminaría antes de tiempo.

Horas después, la luz del día exponía a los vecinos la horrible escena: ahí, entre la basura, un rostro aterrado enmarcado en un charco de sangre, un hilo metálico le atravesaba la garganta, a sus pies un bolso blanco de vinil por el que asomaba una pequeña torre Eiffel y las ganancias integras de aquella noche.