domingo, 20 de septiembre de 2009

La culpa es de la humedad

tiltshift

Un golpe de tecla en su cabeza lo regresó al mundo, era ya un sonido habitual esas últimas semanas, él creia que “ese tipo de cosas las impone la vida para evitar que te la pases soñando lo que no debes, lo que te van desviando del camino”. Ese golpe de tecla lo alejó de la ventana, de las piernas de Faride y de la portada de Murakami.

Metió su helado rostro de nuevo al cuarto, con cada paso la sangre subía de nuevo por encima de su cuello, calentandole las ideas. Miró de nuevo la foto de la evidencia.

 

-No hay mariposas, no hay boletos a Johanesburgo, solo hay un delgado alambre enrojecido y unos cuentos sobré el buró, lo más cercano a una mariposa en este momento es una cria de larvas comiendote las entrañas… y ninguna se convertirá en mariposa te lo aseguro, tu asesino no se basó en Tomas Harris, no hay mariposas en tu garganta y al parecer ni siquiera hay mariposa de Chuang Tzu entre tus cuentos

 

La humedad de la habitación era prominente, antes, cuando Faride la habitaba, el olor a sexo, perfume y cloro formaban una  mezcla que hacía a  Lucio recordarla todo el camino de vuelta a casa, pero ahora el moho del techo contaminaba las paredes, los libros y los pulmones de todo aquel que quisiera entrar ahí con ánimos de recordar, había leido cada uno de los cuadernillos que guardaba la víctima en su buró, en ellos describía clara, aunque no cronológicamente, lo que él había estado haciendo meses atras:

 

…Se estacionó en 5 de mayo, sus mocasines nuevos se hundieron en el charco oculto bajo la bolsa de plástico, caminó por Zapata y en plan de Ayala dobló a la izquierda…

…Tomó aquel gato de papel y gritó: ¡pinche Carlos cuando vas a dejar de hacer tus mamaditas, maricón!…

 

Lucio apretaba los ojos como para despertar de aquel intento de pesadilla, aspiraba fuerte y sentia al moho filtrársele por la nariz pudriendole parte de la cordura. ¿Era él producto de la imaginación de una prostituta?  ¿era todo esto parte del juego del asesino? ¿valía la pena esforzarse en buscar a alguien que quizá, al igual que él, no existía?

De alguna manera trataba encasillar esas últimas horas en otro tipo de rareza, una que no incluyera su no-existencia en este mundo; recordó los paseos con su madre por chapultepec, las bofetadas que le daba su padre cada que lloriqueaba, la vez que tuvo que huir de la ciudad por haber embarazado a la hija de aquel vecino en su adolescencia. Todo eso estaba en su recuerdo y no en los cuentos que Faride escribió para olvidarse de su propia porquería, sin embargo de alguna forma también él estaba ahí, conviviendo en el papel al lado de meseros chinos, un vecino músico y algún delirante novelista. Todo esto lo mantuvo aturdido varios minutos y sin saber exactamente que hacer se limitó a quitarse el sabor amargo de la boca con la botella de ron que Faride guardaba para anestesiar a sus otrora clientes.

De nuevo estaba sumido en recuerdos, pero ahora el golpe de tecla había dejado de ser efectivo, entonces por primera vez se preguntó cúal tecla exactamente era esa que sonaba y de quién era el dedo que la presionaba tan insistentemente.

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